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  • Foto del escritorMarcos Okseniuk

La Batalla de Tordesillas

Actualizado: 10 ago 2018

El fracaso de las tentativas de conciliación, en noviembre de 1520, puso a la luz de ambos bandos que la única solución viable al conflicto era chocar las armas. Después de todo, tanto comuneros como realistas habían estado organizando un ejército. Errores tácticos y de visión política desembocaron, pues, en la toma de Tordesillas por parte de las tropas leales a Carlos I. Y si bien este salvataje no significó el fin de la guerra civil —de hecho, la recrudeció—, sí preparó el camino para que muchos revolucionarios se sinceraran y adoptaran posturas moderadas.


En esta entrada abordaremos tanto los hechos como sus interpretaciones. Me he tomado el permiso de utilizar varios fragmentos del artículo que escribí en Wikipedia y puedes visitar aquí.


Precedentes


A finales de noviembre de 1520 Pedro Girón, capitán general de la Santa Junta, movilizó el grueso de las tropas comuneras hacia Villabrágima, al mismo tiempo que otros destacamentos menores ocupaban Villafrechos, al norte, Tordehumos, al sudoeste, y Villagarcía de Campos y Urueña, al sur.


Una sola legua distaba el ejército rebelde de los nobles acantonados en Medina de Rioseco, villa de señorío del Almirante de Castilla. Y pese a eso, el choque tardó más días en producirse. ¿Cual fue el motivo? Sencillamente, los nobles capitaneados por el conde de Haro eran reacios a luchar contra el enemigo. No por motivos políticos, sino porque temían que los comuneros descargarían las represalias sobre sus feudos, reemprendiendo la oleada señorial empezada en septiembre. El Almirante de Castilla, por ejemplo, no estaba dispuesto a exponer sus hermosas tierras, los ribazos y la llanura del Rioseco, al saqueo y la destrucción de la guerra. No pensaba igual el cardenal Adriano, que argumentaba que el rey no podía mantener para siempre un ejército que le costaba 1500 ducados diarios. Vaya prudencia.


Con el correr de los días, esta disensión de pareceres fue tornando en chicanas y acalorados debates, en los cuales no faltaba el Almirante diciendo algunas palabras con pasión. No resisto a citar la épica frase del conde de Benavente, en la que se burlaba de esos intelectuales que pretendían dar lecciones de estrategia:


Dixo que si pusiessen un dotor y vn licenciado atado a cada vandera de quantas avian de pelear, quél sería de boto que se diese la batalla, y no de otra manera.

Carta de Hernando de la Vega al condestable, fechada el 1 de diciembre de 1520.​


Cierto es, también, que los nobles justificaban su postura con consideraciones tacticas: el enemigo se hallaba sólidamente atrincherado en Villabrágima y, además, los viñedos de la orilla izquierda del río Sequillo constituían un terreno intransitable para la caballería, en la que se basaban fundamentalmente sus fuerzas, pero uno perfecto para la infantería de los rebeldes.


Si atacar no fue una opción, ¿que hicieron, mientras tanto, los nobles de Medina del Rioseco? Se dedicaron a instalar guarniciones en villas como Mota del Marqués, San Pedro de Latarce, Castromonte o Torrelobatón. No obstante, un acontecimiento inesperado haría cambiar sus planes en cuestión de días.


El salvataje de Girón y la toma de Tordesillas


El 2 de diciembre de 1520 los comuneros comenzaron a abandonar sus posiciones en Villabrágima. Al día siguiente los nobles no pudieron si no verse sorprendidos: Girón caía sobre Villalpando, feudo del Condestable que se rindió sin

oponer resistencia.


Incluso en una situación tan favorable los nobles sopesaron liberar la villa, pero el cardenal pudo hacerles entrar en razón. ¿No era una oportunidad perfecta para tomar Tordesillas, cuya ruta había quedado liberada por el movimiento de Girón hacia el oeste? Así lo comprendieron ellos, que el día 4 se pusieron en marcha conquistando a su paso Villagarcía, Castromonte, Peñaflor y Torrelobatón.


El 5 de diciembre, a las diez de la mañana, los primeros destacamentos alcanzaron Tordesillas. El conde de Haro llegó con el grueso de las tropas recién pasado el mediodía. Dado que los comuneros no respondieron el primer ultimátum —pues conservaban la esperanza de recibir refuerzos—, el capitán realista dirigió un segundo requerimiento. Pero como esta vez la respuesta fue negativa, los realistas, tras un intenso fuego de artillería, dieron la orden de iniciar el asalto.


La guarnición de 80 lanzas y 400 infantes —algunos de los cuales eran los curas de Zamora— se defendió encarnizadamente al frente del medinense Luis de Quintanilla. Pero finalmente no hubo de precisión, por parte de los señores, de

alzar el combate.


Tras una hora de enfrentamiento incierto, un peón de Gómez de Santillán, según unos, o el artillero Miguel de Herrera, según otros,​ logró abrir un portillo en la muralla y los atacantes pudieron ingresar a la ciudad, aunque entonces los comuneros impidieron su avance incendiando las casas aledañas.​ También se divisó fuego en la otra parte del Duero:

Dende a gran rato, parecieron unos fuegos de la otra parte del rrio, y como alli no podíamos tener aviso de lo que hera pensábamos que era gente de la junta porque en el lugar nunca cesaban de rrepicar y hazer ausnadas.

Carta del conde de Haro al condestable, fechada el 5 de diciembre de 1520.


Recién al atardecer los realistas pudieron adentrarse decididamente en Tordesillas. Es muy loable la resistencia que presentaron sus habitantes, que se enfrentaron cuerpo a cuerpo con los atacantes, en medio de las campanadas y el resplandor de los incendios.


El pobre Suero del Águila pudo llegar rapidamente desde Alaejos con 100 lanzas. Pero ya era tarde. Sin poder hacer frente a un enemigo muy superior en número, el capitán abulense fue hecho prisionero junto con el coronel Gonzalo Palomino, que frecuentaba tierras andaluces para extender la rebelión por esas lejanas tierras.


Hacia las ocho de la noche los últimos núcleos de resistencia cedieron y la soldadesca se entregó al pillaje, del que solamente se salvaron las iglesias, los conventos y la residencia de la reina Juana. ¡Hasta la montura de la infanta Catalina de Austria fue robada! Claro que los nobles se disgustaron por esta conducta, pero afirmaron que no habían podido controlar a sus hombres. El conde de Benavente fue más lejos y además de castigar a algunos soldados prometió indemnizaciones para los vecinos de Tordesillas, aunque eso sí, a expensas del Estado.


Los muertos, los heridos y los que se hacen los vivos

Si nos basamos en las afirmaciones del secretario real Lope Hurtado, el bando realista sufrió tan solo cincuenta bajas, entre muertos y heridos. Esta cifra podría ser objeto de revisión por resultar demasiado pequeña para las características de la lucha antes descritas, más aún teniendo en cuenta que los testigos refieren que el combate duró, aproximadamente, seis horas.


Más vivos se hicieron los nobles y señores, que supieron victimizar al conde de Benavante, que recibió una saetada en el brazo, a su hijo, que la sufrió en la pierna, y Luis de la Cueva, que la recibió en el rostro, entre otras personalidades.


El mismo día de la batalla, el 5 de diciembre, el almirante y el conde de Benavente remitieron un informe a Carlos I, dándole a conocer pormenorizadamente los nobles y aristócratas que habían participado en la batalla, entre ellas: los condes de Haro, de Benavente, de Alba de Liste, de Luna, de Miranda, los marqueses de Astorga y los de Denia, Diego de Rojas, Juan Manrique ―hijo del duque de Nájera―, Beltrán de la Cueva ―hijo primogénito del marqués de Aguilar―, Pedro Osorio, Pedro de Bazán, Juan de Ulloa, Francisco Enríquez, el adelantado de Castilla, ―hermano del almirante―, Diego Osorio, Luis de la Cueva, etc


¿Girón traidor?


Nadie puede negar que el movimiento de Girón hacia el oeste fue la peor decisión que se podía tomar en un momento así. Pero, ¿se trató de una traición o una ineptitud militar?


El cronista Pedro de Alcocer cree que efectivamente Girón traicionó a los comuneros:

Él [Girón] escribió a el condestable, su tío, y a el almirante que le ganasen perdón del rey y que le entregaría a Tordesillas y a la reina.

Relación de algunas cosas que pasaron en estos reinos desde que murió la reina católica Doña Isabel, hasta que se acabaron las comunidades en la ciudad de Toledo.


Pedro Mejía también considera probable esta teoría pero prefiere no lanzar una afirmación categórica al respecto:

Cosa [traición de Girón] que no sé muy cierto no oso afirmarla aunque no faltaron yndicios para creerla.

Relación de las Comunidades de Castilla.


El obispo e historiador Prudencio de Sandoval, por su parte, ofrece dos explicaciones al problema. La primera refiere que Antonio de Acuña y Girón estaban cenado juntos con el almirante y el conde de Benavente en Villabrágima cuando, entonces, estos dos señores fingieron pasarse al bando de la Junta, impulsando de ese modo a los jefes comuneros a dirigirse contra el condestable y atacar Villalpando. Convengamos en que ambos personajes no eran los mejores estrategas de la historia, pero nunca llevarían su ingenuidad a tal extremo. La segunda hipótesis, naturalmente, es la traición. De hecho, el cronista se sorprende que Acuña —que no integraba el complot— hubiese asentido la maniobra militar de su colega:

Y don Pedro Girón se aposentó en las casas del condestable, su tío. Todo dicen fue sobre acuerdo y trato doble, y échase bien de ver, porque dejaban al enemigo libre, y en Villalpando no había qué hacer. De don Pedro Girón se podía temer el trato, porque los grandes sus parientes tiraban mucho de él, como se verá presto. Lo que espanta es que el obispo de Zamora (que en el trato no fue), no diese en ello, antes estuvo siempre tan negro de entero y duro, que le costó la vida, perdiéndola miserablemente amarrado a un palo.

Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V.


Pero el nombre más citado en estos debates es sin lugar a dudas el de Antonio de Guevara. En su denominado razonamiento de Villabrágima afirma haber convencido él mismo a Pedro Girón de abandonar el movimiento rebelde. El capitán de los comuneros, turbado ante la instransigencia de sus colegas, habría entonces aceptado la propuesta de su interlocutor y acordado dirigirse hacia Villalpando, para que los señores pudiesen apoderarse de Tordesillas sin problemas. Existen muchas dudas acerca de la autenticidad del famoso razonamiento, pero por lo demás, tampoco hay pruebas sólidas para afirmar que los contactos de Girón con el enemigo hubiesen prosperado y desembocado en el acuerdo al que el cronista hace referencia. Además, hay que tener en cuenta que Girón, luego de la batalla, no se pasó al bando realista. Por el contrario, se avino a presentarse en Valladolid, nueva capital del movimiento, para continuar la lucha; una actitud que difícilmente encajaría con la de un traidor. Y si finalmente renunció a su cargo el 15 de diciembre, no lo hizo porque las personalidades del bando comunero desconfiasen de él, sino por encontrarse abrumado ante los rumores que corrían entre la soldadesca. Tras este episodio los virreyes le hicieron numerosas proposiciones, pero él las declinó, lo que también viene a significar que su colaboración con los señores no estaba acordada de antemano.

En 1977 el hispanista Joseph Pérez ofreció una explicación distinta a la de los cronistas. Según él, tanto Girón como el comité de la Junta que lo acompañaba movieron sus tropas a Villalpando porque confiaron en que los señores no se decidiarían a abandonar Medina de Rioseco. Y es más, señalemos que una vez concretada la maniobra los responsables militares del ejército realista siguieron dudando de la conducta a seguir; ¿recuperamos Villalpando o nos lanzamos contra Tordesillas?


Seamos realistas: si finalmente se decantaron a esta última opción, no fue porque les resultaba la más interesante sino porque las exhortaciones del cardenal Adriano, ante una situación tan favorable, impedían de facto cualquier otro movimiento.


Por lo demás, Pedro Girón no fue el único acusado de traición. Los medinenses también profirieron amenazas contra quien dirigía la guarnición defensiva de Tordesillas, el comendador Luis de Quintanilla.


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