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  • Foto del escritorMarcos Okseniuk

Las Comunidades y el levantamiento del conde de Salvatierra (II)

Actualizado: 11 ago 2018

En la entrada anterior ya hemos visto que el conde de Salvatierra había decidido, a finales de enero, retirarse de la lucha. Y también allí planteamos la posibilidad de que su arrepentimiento no fuese más que una simple estrategia sin valor alguno en la realidad. Ahora veremos como y donde termina la historia de su calvario, que no fue precisamente en Villalar.


Adiós artillería


Fuese la mala influencia del obispo de Zamora o no, el conde era comunero en el sentido más amplio del término. En febrero, cuando apenas habían pasado algunas semanas desde las jornadas de Burgos, decidió recontinuar su temida campaña contra el poder real y tirar las cartas sobre la mesa. Así, se negó a recibir al emisario del Consejo Real, Antón Gallo, y en contrapartida, comenzó a reclutar nuevas tropas en su feudo.


Y llegados a este punto la Santa Junta no pudo sino encargarle una tarea muy importante: interceptar la artillería real que, desde Fuenterrabía, acudía a reforzar las fuerzas del Condestable en Burgos. Todos sabemos lo que pasó: el 8 de marzo el conde cayó sobre el convoy en el valle de Arratia y si bien no pudo sacar nada en limpio, pues los capitanes realistas Martín Ruiz de Avendaño y Fernando de Velasco destruyeron los cañones para evitar que cayeran en manos enemigas, logró elevar su prestigio en la región al punto de que se pensase que tenía poderes milagrosos:

Así se va la gente tras él como si [no] fuese onbre como otro (...). Acúdenle tantos quantos quiere[n] en esta cosa de comunidad (...). Piensan que haze milagros.

Carta del Condestable al rey, fechada en Burgos el 17 de marzo de 1521

(Danvila, III, pp. 440-445).


El sitio de Vitoria


Tras este golpe de audacia Pedro López de Ayala, quizá pensando que tenía a Dios de su lado, marchó hacia Vitoria con 10.000 o 15.000 hombres. Hemos de plantearnos la duda de si tenía alguna habilidad diabólica para reunir tropas, si realmente hacía milagros o si estamos ante una exageración. Me inclino a esto último.


Pero el conde no entró en Vitoria, por más que algunos historiadores como Manuel Danvila así lo afirmasen. En cambio, este aristócrata se contentó con concesiones puramente formales: la ciudad le entregaría a su hijo don Atanasio, saldrían de ella algunos partidarios de Diego Martínez y, finalmente, juraría por las Comunidades.


Puntos que obviamente no significaron nada en la vida política de la capital álavesa, que el 10 de marzo negó estar en Comunidad y dos días después autorizó el regreso de los desterrados para prohibir, al mismo tiempo, que volviesen los individuos que se habían enrolado bajo las banderías del conde. Apoyo dentro de la ciudad entonces no le faltaba, parece. Pero la voz cantante, el portador de las realidades, era el concejo. Y de él, Carlos I de España podía estar seguro.


El conde sin Salvatierra


El 11 y 17 de marzo el Condestable se dejaba de vueltas para tomar una decisión esperada por todos: la incorporación al realengo de todos los señoríos de Pedro López de Ayala: Orozco, Luyando, Llodio, Oquendo, Urcabustaiz, Orduña, Arrastaria, Valdegovia y por supuesto, la villa de Salvatierra:

E como que pudieramos por ello luego proceder contra dicho D. Pedro conforme á derecho pero por mas convencerle ovimos mandado por nuestras cartas (...) que se desistiese de azer lo susodicho, no lo a querido ni quiere azer (...) vos mandamos á todos y á cada uno de vos, que luego que vos fuere notificado (...) vos levantéis e sustrayais de la obediencia de dicho D. P edro Ayala , e que le negueis ó no le tengáis mas por señor, ni obedezcáis, ni cumpláis sus cartas, ni sus mandamientos ni le acudais con rentas algunas de las que le soliades acudir.

Cédula firmada por el Condestable el 17 de marzo en Burgos (Olano y Echávarri, pp. 113-115).


Una verdadera derrota política para el conde. Y pronto le seguirá una militar.


Los clérigos de Salvatierra que andavan escandalizando e alborotando


El 15 de marzo entró en Salvatierra el diputado general Diego Martínez, al parecer con la misión de organizar la defensa de la villa ante un inminente ataque del conde. Por ahora, nos interesa subrayar el apoyo que éste último encontró entre los religiosos, los que no ocultaron sus disgustos ante la devolución de la villa al patrimonio del rey. La nota es muy curiosa y vale la pena reproducirse:

Andavan escandalizando e alborotando la dicha villa e su tierra diziendo e publicando que avian fecho mal en se alzar en nuestro servizio y por se reencorporar en nuestra corona real porque todas las vezes que el dicho don Pedro de Ayala, cuya solia ser la dicha villa, la quisiese tomar le avian de favorezer e ayudar.

Probision contra el probisor [sic, lease "al probisor"] para que castigue a los clerigos que andan alborotando la villa de noche (Pozuelo, p. 637).


La respuesta de las autoridades se infiere de la referencia documental de la cita: acudir ante el provisor de Calahorra para que castigase a estos clérigos alborotadores.


La derrota de Miñano Mayor o cuando no sabes para donde correr


La destrucción de la artillería real el 8 de marzo de 1521 convenció al círculo realista de la región que el asunto del conde de Salvatierra no tenía otra solución más que la fuerza. Pero una buena fuerza.


Y a diferencia de otras veces, en esta ocasión no se hizo esperar: a mediados de marzo el hijo del virrey de Navarra, Manrique de Lara, cayó sobre el conde en Andagoya y lo obligó a huir, sólo, por el valle, asolando seguidamente las tierras de Cuartango y derribando por fin la estrategica fortaleza de Morillas.


Pero Pedro López de Ayala no era hombre de dejarse vencer tan facilmente como parecería; no nos olvidemos que en sus venas corría la sangre de los godos. Así que a principios de abril no tuvo mejor idea que lanzarse al asalto de Salvatierra con sus 15.000 hombres (ahora sí que no es exageración). Resultado: una pérdida de tiempo. Martín Martínez de Oquerruri y el diputado general de Álava lograron resistir desde la fortaleza con todo y heroismo:


Cuando no pudo ni bastaba su poder de me la ganar [el conde] desmayó.

El 11, entonces, don Pedro se retiraba agotado hacia las tierras de Ayala. Mientras tanto, sus enemigos ultimaban los preparativos militares para derrotarle.


El 18 y 19 de abril los capitanes Martín Ruíz de Avendaño, Gómez de Butrón y Ochoa de Álava salieron en persecusión del comunero con fuerzas considerables. Él, por su parte, se replegó al monte de Zarbuno para acordar torpemente el cruce del puente de Durana. Camino a Retana el hostigamiento del enemigo ya se hizo verdaderamente inaguantable y a los gritos de "¡vuelta! ¡vuelta!" las tropas comuneras escaparon a Miñano Mayor.


Allí el conde fue informado que Butrón venía hacia a él. Los escuadrones se desorganizaron y terminaron dispersandose en medio del terror. Aquél, por su parte, tomó el mejor caballo que encontró (¿o era suyo desde antes?) y emprendió la huida en solitario. Al día siguiente, Gonzalo de Barahona, uno de sus capitanes, fue decapitado en una plaza de Vitoria. Y cuatro días después, le seguían Padilla, Bravo y Maldonado. No se si vieron en el cielo.

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