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  • Foto del escritorMarcos Okseniuk

Las Comunidades y el levantamiento del conde de Salvatierra (III)

El conde no fue comunero. Ni en 1520 ni al año siguiente, siquiera hoy en día. Afirmar, por casos como el de Pedro de Ayala, que el movimiento rebelde estaba dirigido por nobles que buscaban restituir sus anacrónicos privilegios da cuenta de una pésima visión acerca de la Historia de España y de la Historia en general.


Ya adelantamos algo en la primera parte. No fue el incendio de Medina del Campo, en agosto de 1520, ni la votación del impuesto de La Coruña, unos pocos meses antes, lo que motivó al conde a empezar con sus temibles andadas. ¿Que pasó, entonces? ¿Por qué tomó, casi inexplicablemente, la bandera de la rebelión como si fuese algo que le nacía del corazón?


Si Marx se vio forzado a hablar de contradicciones para explicar la Historia, nosotros lo hacemos con gusto. En efecto, este acontecimiento revela cuatro de ellas:

  • El conflicto con la monarquía: Pedro de Ayala pertenecía a la alta nobleza, y como tal, sus conductas iban encaminadas a socavar la intervención de la monarquía, que aunque no podía prescindir de tal estamento nobiliario, tendía siempre a controlarlo y restringir la autonomía de sus acciones. El hecho de que los comuneros luchasen contra Carlos I y a la larga aspirasen limitar las prerrogativas de la monarquía quizás decidió al conde a tomar las banderas rebeldes.

  • Conflicto con las instituciones alavesas: La institucionalización de la provincia de Álava —que se manifestó en la consolidación de la Junta de Hermandades— redujo la influencia en la región de los grandes señores locales, entre los cuales se hallaba el conde de Salvatierra.

  • Conflicto con sus vasallos: En este sentido, el conde aprovechó la coyuntura política de 1520 para unirse a los comuneros y terminar con las veleidades de sus tierras de retornar al patrimonio real.

  • Conflictos con otros señores: La rivalidad internobiliaria con otros grandes señores de la región, como el conde de Oñate o el mismo Condestable de Castilla, constituye otro factor de pugna que decidió a Pedro de Ayala a apoyar a los rebeldes.

Pero como la Historia no es líneal ni una prescripción unívoca, nos vemos tentados a exponer brevemente la explicación ofrecida por el historiador José Ignacio Gutiérrez Nieto, autor de uno de los libros que compone la trilogía comunera:

Las Comunidades como movimiento antiseñorial: la formación del bando realista en la guerra civil castellana de 1520-1521.


Para él, Pedro de Ayala era todo un visionario e intentó, consecuentemente, matar dos pájaros de un tiro: dado que era muy probable que sus vasallos se le levantasen en Comunidad, él, haciéndose comunero, podía evitar la algarada o al menos conseguir la protección de los rebeldes más conservadores, que le ayudarían a reprimir toda tentativa antiseñorial. Y se puede agregar que, al mismo tiempo, esto le permitiría afianzar su poder en la región sobre el de la Hermandad, el rey o incluso otros nobles que le hacían competencia.


En fin, no podemos saber exactamente que le pasó al conde por la cabeza, pero sí que la guerra civil lo situó en una encrucijada de la Historia que supo o creyó resolver a su favor, uniendose a los comuneros. Quizá hubiese convenido esperar un tanto más, para ver el curso de los acontecimientos. O aún mejor, decantarse por el camino más dificil pero que a la larga era el más viable: apostar por el rey. Esa fue la actitud seguida por sus vasallos de Salvatierra, por ejemplo. Y no hace falta decir, creo, que eso les sirvió para conquistar la ansiada condición de realengo.


Creemos, entonces, que si la provincia de Álava es mencionada en los libros que tratan la revuelta comunera es porque el conde decidió unirse a ella. Y no por motivos políticos, sino porque eso le hubiera permitido, a la larga, afianzar su dominio en la región. No es nuestra intención, tampoco, soslayar los condicionamientos personales del conde ni su mente constantemente perturbada contra el diputado general. Pero creo que Echávarri y Olano distorsionan el panorama cuando atribuyen al fenómeno de 1520 y 1521 un tinte de mera reyerta personal contra Diego Martínez.


En fin, lo del conde da mucho que hablar, y seguramente seguiré tratando el tema en posteriores publicaciones. Pero por el momento ya ha quedado todo un poco más claro.


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